Gabriel Mario Vélez

Gabriel Mario Veléz

Mujer en Blanco

Fotografía Impresión digital

2007

De la luz siempre se ha pregonado su capacidad para exhibir, para hacer visible lo que se encuentra oculto en la oscuridad. Precisamente la fotografía, en su génesis misma, se encuentra marcada por este principio, ya no como figura sino requisito técnico imprescindible. Sin embargo y a la vez, dicha condición resulta tan fundamental que cualquier señalamiento pareciera recalar en la obviedad.Desde los más claros principios de las mitologías de la técnica, el flash, casi siempre frontal, funciona en su más clara literalidad como una herramienta de iluminación, buscando a su máxima potencia, inundar cada sombra, cada pliegue de la carne. La mujer es el blanco, el target de un disparo de luz calibrado para producir una transustanciación instantánea, fugaz y que deja su destello inscrito en el material fotosensible como el rastro de una fulguración, de una proyección fatasmagórica.Pareciera que fuera el erotismo la referencia más elemental de la visibilización femenina, una interpretación de rápido desciframiento en una lectura superficial de la historia humana. Pero lo femenino es la fuerte, la concentración de energía telúrica que alimenta toda génesis a través del cordon umbilical de sus múltiples facetas. Por eso hay mucho de ambiguo en la escenificación de roles que la mujer ha desempeñado a través del tiempo, casi siempre en el papel de victima, como actor secundario y marginal; pero tal vez es ese el mejor indicio de la potencialidad de su energía. Porque si la mujer ha sido sometida y dominada, se debe al temor que causa su inmenso poder: poder de creación y destrucción y en todos los casos, de transformación.En si misma, la notación poética del deslumbramiento luminoso, remite a la figura mística del ser elevado, o lo que es lo mismo, del ser iluminado. Una fórmula que invoca la distanciación del mundo material a través de la sublimación de lo corruptible. De este modo la mujer en blanco permite imaginar el ideal de un ser transfigurado. Tocada por la luz, la densidad de su carne se convierte en una fulguración etérea (misteriosa), que además se alberga en el espacio atemporal de un escenario mítico. La luz, paradigma de lo inmaterial, agrede con la fuerza de una tromba que barre con su marea toda densidad, toda sustancia. Se trata de una revelación, pero una capaz convertir al ser revelado en un genérico sin identidad. El más exhaustivo lavatorio en procura de la más sugestiva desrealización.El proyecto Mujer en Blanco, procura llevar hasta las últimas consecuencias el principio iluminador de la luz, y como resultado, se ubica en un paralelo paradójico -tal como lo es la sola advocación de lo femenino-: la luz, fuente de toda revelación, en exceso consigue ocultar tan eficazmente como lo hace su ausencia. Un tratamiento fotográfico que efectivamente contraviene todos los principios convencionales de la corrección técnica, pero no con un propósito contestatario sino argumentativo; un ejercicio de pertinencia, en el que la técnica se recurre por apropiación y que finalmente también se incorpora como metáfora.Tal es el caso de la mani-pulación digital que permite hacer efectivo el control de la mano: un ejercicio de dominio sobre la transfiguración del personaje y del escenario que habita. El resultado es un producto que pareciera aspirar a la decoración a través del trucaje y del mucho efecto, pero que al final resulta poco confortable y más bien incómodo.